La Comisión Jurídica Nacional por la Libertad de Educación, es un grupo conformado por profesionales del Derecho de toda España, de vocación eminentemente práctica, y que, apoyados por una amplia variedad de entidades educativas, se han unido con el fin de defender la Libertad de Educación en toda su amplitud, situando el derecho de las familias y la libertad personal en primer término.
Para el cumplimiento de nuestros propósitos, la Comisión Jurídica Nacional por la Libertad de Educación, ejercerá cuantas acciones legales fuesen necesarias y en las instancias que correspondan, prestará asesoramiento jurídico, y en particular, empleará todos los mecanismos legales que el ordenamiento jurídico pone a nuestro alcance con el objetivo fundamental de que la actuación de los poderes públicos y la normativa emanada de los distintos órganos, ya sean de naturaleza administrativa o política, se ajusten a Derecho y respondan a un verdadero principio de Libertad.
Esta Comisión une a juristas y abogados de toda España con el mundo asociativo educativo, titulares de centros de enseñanza y asociaciones de padres y de profesores, estando abiertos a colaborar con todos aquellos que compartan los mismos principios, que, bajo el pórtico de la Libertad de Educación, pasan por hacer respetar en el ámbito de la educación y la enseñanza, los derechos inalienables de familias y alumnos, como así se reconoce en el marco de la Constitución Española e instrumentos jurídicos internacionales ratificados por España.
La libertad de educación no es una proclama o algo meramente abstracto, sino que engloba un conjunto de libertades reconocidas por el marco constitucional educativo y la normativa internacional, siendo desarrolladas ampliamente por la interpretación dada en tribunales de diverso orden. La libertad de educación es el corazón del sistema educativo y su contenido debe ser garantizado por la Administración. La libertad de educación se despliega tanto como protección de los derechos de las familias e individuos frente intromisiones de los poderes públicos e imposiciones ideológicas; como, exigencia generadora de obligaciones para la Administración Pública, que debe adecuar su conducta y fomentar el marco más apropiado para que la libertad de educación posea un contenido eficaz, haciéndose realidad una auténtica Educación por Derecho.
Las libertades de educación y de enseñanza, por tanto, se concretan en un conjunto de derechos prácticos para los ciudadanos y la comunidad educativa, y en obligaciones ineludibles para los poderes públicos. Sin ánimo de establecer aquí un numerus clausus, podemos significar los siguientes:
1.- La Libertad de Educación conforme reconoce la Constitución Española y recoge la recta doctrina emanada del Tribunal Constitucional. Libertad que se configura como el derecho de los padres a elegir la formación moral y religiosa que desean para sus hijos y el derecho a elegir el centro educativo en donde estudiar; el derecho a crear instituciones educativas, así como el derecho de quienes llevan a cabo personalmente la función de enseñar, a desarrollarla con plena libertad dentro del marco constitucional.
2.- El pleno respeto a las normas internacionales, europeas y nacionales, que garantizan la libertad de escoger para los jóvenes una formación en la trascendencia, esencial para una formación íntegra e integral y el desarrollo de una personalidad libre.
3.- Rechazamos que, bajo asignaturas con las más diversas denominaciones, se introduzcan proyectos de adoctrinamiento ideológico y se pretenda imponer una determinada visión antropológica de la sociedad y el hombre. El Estado, dada su obligada neutralidad, no puede desarrollar mecanismos ideológico-educativos, como ya ha reiterado la asentada jurisprudencia de tribunales nacionales e internacionales.
4.- Que se respete el derecho a la doble oferta y a la doble elección, público-privada. Que la educación concertada no se vea discriminada constantemente por la reducción permanente de recursos por parte de las administraciones, las cuales, bajo la llamada “publificación” del derecho a la educación, pretenden establecer un modelo de escuela único que violenta la existencia de una sociedad plural y abierta.
5.- Que se respete la demanda social como elemento decisorio en la adjudicación de una plaza escolar. Rechazamos que las administraciones a través de la planificación unilateral, resuelvan adjudicar las plazas escolares sin contar con la voluntad de los padres o titulares de la patria potestad, e impidan la elección del tipo de centro.
6.- Que no se provoque el cierre de los centros de educación especial. Un modelo que ha demostrado y acreditado su eficiencia, y que cuenta con el abrumador apoyo de los padres para aquellos supuestos en los que los alumnos presentan necesidades educativas especiales.
7.- Defendemos el espíritu y letra de la Constitución Española, con pleno respeto a las libertades y derechos fundamentales, frente a una tergiversación ideológica que instaure un inexistente derecho a la educación pública en sustitución del derecho a la educación, imposibilitando aún más, escoger en condiciones de igualdad entre educación pública y educación concertada.
8.- Defendemos el derecho de los padres a elegir libremente también los centros de educación diferenciada como proyecto educativo singular, que han sido considerados por el Tribunal Supremo como una opción pedagógica y metodológica legítimas.
9.- Sostenemos que, al igual que en la inmensa mayoría de naciones europeas, la regulación de la programación de las materias objeto de enseñanza debe carecer de cualquier carga ideológica y que la formación ético-moral de la escuela corresponde por ley a los padres. A estos les corresponde elegir entre la asignatura de religión católica y las materias alternativas que deben existir en cada nivel educativo preuniversitario. De igual modo, dentro de la ley, debe respetarse el derecho de los padres cuyas convicciones se conformen con arreglo a las confesiones religiosas reconocidas por el Estado español.
10.- En síntesis: defendemos que el Derecho a la Educación es de los niños, la Libertad de Educación es de los padres, y la Obligación de garantizarlo y prestar los medios es del Estado.
La actuación de la Comisión Jurídica por la Libertad de Educación se encuadra dentro de un marco jurídico concreto y adecuado para la defensa de una educación en libertad. No es una libertad abstracta la que aquí se reclama a los poderes públicos, sino que se recoge en el sistema normativo y jurisprudencial, tanto nacional como europeo e internacional, aplicable al conjunto del territorio español. De ahí que, exijamos una Educación por Derecho.
Entre estas fuentes, podemos destacar alguna de especial relevancia:
Constitución Española de 1978
Artículo 27
"1. Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
4. La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.
5. Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes.
6. Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales.
7. Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la ley establezca.
8. Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las leyes.
9. Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca.
10. Se reconoce la autonomía de las Universidades, en los términos que la ley establezca.”
Artículo 9.2. “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”
Artículo 10.2 “Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.”
Artículo 16 “1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.”
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales (3 de enero de 1979)
Artículo I. “A la luz del principio de libertad religiosa, la acción educativa respetará el derecho fundamental de los padres sobre la educación moral y religiosa de sus hijos en el ámbito escolar.
En todo caso, la educación que se imparta en los Centros docentes públicos será respetuosa con los valores de la ética cristiana.”
Artículo II. “Los planes educativos en los niveles de Educación Preescolar, de Educación General Básica (EGB) y de Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) y Grados de Formación Profesional correspondientes a los alumnos de las mismas edades incluirán la enseñanza de la religión católica en todos los Centros de educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales.
Por respeto a la libertad de conciencia, dicha enseñanza no tendrá carácter obligatorio para los alumnos. Se garantiza, sin embargo, el derecho a recibirla.”
Artículo. VI. “A la jerarquía eclesiástica corresponde señalar los contenidos de la enseñanza y formación religiosa católica, así como proponer los libros de texto y material didáctico relativos a dicha enseñanza y formación.”
La jerarquía eclesiástica y los órganos del Estado, en el ámbito de sus respectivas competencias, velarán por que esta enseñanza y formación sean impartidas adecuadamente, quedando sometido el profesorado de religión al régimen general disciplinario de los Centros.”
Jurisprudencia del Tribunal Constitucional
Sentencia del Tribunal Constitucional 74/2018, de 5 de julio.
En general sobre el derecho a la educación
“a) El “genérico derecho a la educación” recogido sintéticamente en el apartado 1 del artículo 27 CE y desarrollado en los apartados siguientes, tiene una doble “dimensión” o “contenido” de “derecho de libertad” y “prestacional” (STC 5/1981, de 13 de febrero, FJ 7). El primer contenido se identifica con “la libertad de enseñanza”, entendida como “proyección de la libertad ideológica y religiosa y del derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas u opiniones que también garantizan y protegen otros preceptos constitucionales [especialmente artículos 16.1 y 20.1 a)]”. Así lo afirmó ya la STC 5/1981, FJ 7, para la que la conexión de la libertad educativa con la libertad de opinión e ideología o pensamiento queda “explícitamente establecida en el artículo 9 del Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales firmado en Roma en 4 de noviembre de 1950, en conformidad con el cual hay que interpretar las normas relativas a derechos fundamentales y libertades públicas que nuestra Constitución incorpora, según dispone el artículo 10.2”.
Esta libertad de enseñanza se concreta por tres vías: el derecho a crear instituciones educativas, el derecho de los padres a elegir el centro y la formación religiosa y moral que desean para sus hijos, y el derecho de quienes llevan a cabo personalmente la función de enseñar a desarrollarla con libertad. En el presente recurso de amparo cobran relevancia los dos primeros.
El derecho a crear instituciones educativas, previsto específicamente en el artículo 27.6 CE, “implica el derecho a garantizar el respeto al carácter propio y de asumir en última instancia la responsabilidad de la gestión” (STC 77/1985, de 27 de junio, FJ 20). No se agota en el momento inicial del establecimiento del centro educativo, sino que se prolonga en el ejercicio de las facultades de dirección del mismo. En términos de la STC 77/1985, FJ 20, se “proyecta en el tiempo” y se “se traduce en la potestad de dirección del titular”. La libertad de enseñanza (art. 27.1 CE) comprende a su vez la doble facultad de los padres de elegir el centro docente de sus hijos, que podrá ser de titularidad pública o privada, y de elegir la formación religiosa o moral que se ajuste a sus propias convicciones; facultad ésta última a la que se refiere específicamente el artículo 27.3 CE [SSTC 10/2014, de 27 de enero, FJ 3; 5/1981, FJ 7, y 133/2010, de 2 de diciembre, FJ 5 b); ATC 382/1996, de 18 de diciembre, FJ 4]. Una y otra facultad, siendo distinguibles, están evidentemente relacionadas: “es obvio que la elección de centro docente sea un modo de elegir una determinada formación religiosa y moral” (STC 5/1981, FJ 8). Ambas guardan una íntima conexión con el derecho de creación de instituciones educativas con ideario propio, no limitado a los aspectos religiosos y morales. En este sentido, “el derecho a establecer un ideario propio como faceta del derecho a crear centros docentes” se halla en “interacción” con el derecho de los padres a elegir el tipo de formación religiosa y moral que desean para sus hijos (STC 5/1981, FJ 8). La libertad de enseñanza de los padres “encuentra su cauce específico de ejercicio, por expresa determinación constitucional, en la libertad de creación de centros docentes (art. 27.6 CE)” [STC 133/2010, FJ 5 a)].
Educación diferenciada
La STC 31/2018, de 10 de abril, se ha referido específicamente a la educación diferenciada, entendida como “opción pedagógica de voluntaria adopción por los centros y de libre elección de los padres y, en su caso, por los alumnos” que consiste en la “separación entre alumnos y alumnas en la admisión y organización de las enseñanzas” fundada “en la idea de optimizar las potencialidades propias de cada uno de los sexos” [FJ 4 a)]. Este Tribunal “no puede ofrecer criterio valorativo alguno” sobre este “modelo pedagógico”. Ahora bien, bajo la exclusiva perspectiva constitucional, cabe apreciar que constituye “una parte del ideario o carácter propio del centro que escoge esta fórmula educativa” que puede reputarse conforme a la Constitución como cualquier otro “modelo educativo que tenga por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el respeto a los principios y a los derechos y libertades fundamentales que reconoce el artículo 27.2 CE” [FJ 4 a)].
La educación diferenciada “no puede ser considerada como discriminatoria, siempre que se cumplan las condiciones de equiparabilidad entre los centros escolares y las enseñanzas a prestar en ellos”; a lo que se refiere la Convención de la UNESCO de 1960 relativa a la lucha contra las discriminaciones [FJ 4 a)]. A su vez, “no existe dato alguno que permita llegar a la conclusión de que dicho sistema, en cuanto tal, no sirve a los fines exigidos constitucionalmente y, en particular, a la conclusión de que no está inspirado en los principios democráticos de convivencia o en los derechos y libertades fundamentales, o de que no cumple los objetivos marcados por las normas generales” [FJ 4 b)]. No impide “la consecución de los objetivos consagrados en el artículo 27.2 CE, centrados en el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Si lo hiciera, “la conclusión sería, no la imposibilidad de ayudar a los centros que practicaran esta fórmula pedagógica, sino la imposibilidad del modelo, pues, como dijimos en la STC 5/1981, de 13 de febrero, FJ 7, el artículo 27.2 CE no opera como un mero límite externo, sino que impone que ‘la enseñanza haya de servir a determinados valores (principios democráticos de convivencia, etc.) que no cumplen una función meramente limitativa, sino de inspiración positiva’” [FJ 4 b)].
Dado “que las ayudas públicas previstas en el artículo 27.9 CE han de ser configuradas ‘en el respeto al principio de igualdad’ (STC 86/1985, FJ 3), sin que quepa justificar un diferente tratamiento entre ambos modelos pedagógicos, en orden a su percepción, la conclusión a la que ha de llegarse es la de que los centros de educación diferenciada podrán acceder al sistema de financiación pública en condiciones de igualdad con el resto de los centros educativos: dicho acceso vendrá condicionado por el cumplimiento de los criterios o requisitos que se establezcan en la legislación ordinaria, pero sin que el carácter del centro como centro de educación diferenciada pueda alzarse en obstáculo para dicho acceso” [FJ 4 b)].
Derecho al ideario o carácter propio de los centros
La STC 5/1981, de 13 de febrero, fue la primera en pronunciarse sobre estos derechos al responder al recurso interpuesto frente a la Ley Orgánica 5/1980, de 19 de junio del Estatuto de Centros Escolares (LOECE), y con el objeto de definir la enseñanza, que es objeto de un derecho singularizado, dice que “es una actividad encaminada de modo sistemático y con un mínimo de continuidad a la transmisión de un determinado cuerpo de conocimientos y valores, [por lo que] la libertad de enseñanza, reconocida en el art. 27.1 de la CE implica de una parte, el derecho a crear instituciones educativas (art. 27.6) y, de otra, el derecho de quienes llevan a cabo personalmente la función de enseñar, a desarrollarla con libertad dentro de los límites propios del puesto docente que ocupan (…) Se trata en todos los casos de derechos que tienen límites necesarios que resultan de su propia naturaleza, con independencia de los que se producen por su articulación con otros derechos o de los que, respetando siempre su contenido esencial, pueda establecer el legislador” (FJ 7). La libertad de enseñanza acoge la transmisión continua de un cuerpo de conocimientos y valores y da pie a crear una institución educativa que ha de respetar los demás derechos educativos, bajo el amparo y control del legislador. Esta sentencia empleó la mayor parte de su análisis en observar el encaje a la CE Española del ideario educativo propio, que “no está limitado a los aspectos religiosos y morales de la actividad, sino que puede extenderse a los distintos aspectos de su actividad” (FJ 8).
La Sentencia del Tribunal Constitucional 77/1985, de 27 de junio, hizo lo correspondiente en relación con el carácter propio de los centros, siendo que, existía otra mayoría parlamentaria que daba soporte al gobierno que presentó el proyecto de Ley Orgánica Reguladora del Derecho a la Educación (LODE), y vino a “hacer equivalentes los términos de “ideario educativo propio” y de “carácter u orientación propios” (FJ 8), por más que el primer concepto se relacionará más con lo religioso, en tanto que el segundo concepto tuviera una connotación más general. Seguía más adelante diciendo que “el acto de creación o fundación de un Centro no se agota en sí mismo, sino que tiene evidentemente un contenido que se proyecta en el tiempo y que se traduce en una potestad de dirección del titular.
El ideario o el carácter propio o, incluso, la propia característica de cada centro, la manera de ser de cada titular del mismo han de ser respetados por la administración que reconoce una universidad o su actividad, impidiendo que establezca limitaciones absolutas o insalvables, es decir, el no porque no, o las motivaciones ajenas al ejercicio de un derecho fundamental de contenido plural configurado por la libertad de creación/de enseñanza/autonomía de la universidad.
Enseñanza de la asignatura de Religión Católica y equiparabilidad
Sentencia de Tribunal Constitucional 31/2018, de 10 de abril.
“En resoluciones anteriores hemos considerado que la existencia de una relación de alternatividad entre Religión y otra asignatura no vulnera el derecho a la igualdad, ni implica discriminación alguna. En particular, en nuestro ATC 44/1999, de 22 de febrero, hemos analizado la posible vulneración del derecho a la igualdad derivado de la existencia de una asignatura alternativa a la Religión cuyo contenido era el estudio de manifestaciones escritas, plásticas y musicales de las diferentes confesiones religiosas, que permitieran conocer los hechos, personajes y símbolos más relevantes, así como su influencia en las concepciones filosóficas y en la cultura de las distintas épocas. Y la conclusión a la que llegamos fue la de que con estas actividades paralelas y complementarias se trata de asegurar que los alumnos reciban una formación adecuada para el pleno desarrollo de su personalidad [art. 6. 1 a) L.O.D.E.], proporcionándoles el bagaje cultural necesario para su legítimo y pleno ejercicio de la libertad ideológica, comprensiva de todas las opciones que suscita la vida personal y social, entre las que se incluyen las convicciones que se tengan respecto del fenómeno religioso y del destino último del ser humano (STC 292/1993, fundamento jurídico 5º), y que está reconocida en el art. 16. 1 C.E. por ser fundamento, justamente con la dignidad de la persona y los derechos inviolables que le son inherentes, según se proclama en el art. 10.1 C.E., de otras libertades y de derechos fundamentales (STC 20/1990, fundamento Jurídico 4º). (…) Estos objetivos pueden alcanzarse bien mediante la impartición de unas enseñanzas que respondan a las convicciones religiosas sentidas por los alumnos, bien a través de esas otras actividades paralelas, no pudiendo apreciarse en los preceptos del Real Decreto 2.438/1994 viso alguno de tratamiento desigual carente de razonabilidad o de objetividad.”
Jurisprudencia del Tribunal Supremo
Sistema de doble oferta. No subsidiariedad de la escuela concertada
Sentencia del Tribunal Supremo 1180/2016, 25 de Mayo.
“esta Sala Tercera ha declarado que no resulta de aplicación el principio de subsidiariedad en relación con la enseñanza privada concertada. Nos referimos a nuestras Sentencias de 6 de noviembre de 2008 (recurso de casación n° 1548/2006 ) y de 18 de enero de 2010 (recurso de casación n° 163/2007 ), al concluir la primera de ellas, y reiterar la segunda, que "Esa afirmación no puede compartirse porque es contraria a la letra y al espíritu de la Constitución y de la Ley Orgánica del Derecho a la Educación". La afirmación a que se refiere es la alusión expresa que hacía la sentencia de instancia, que fue casada, al principio de subsidiariedad.”
“OCTAVO.- Y es que la Ley reguladora del Derecho a la Educación de 1985 y la Ley Orgánica de Educación de 2006 establecen un régimen dual para la prestación del servicio educativo, en lo relativo a la enseñanza obligatoria y gratuita. Es decir, el sistema pivota sobre dos ejes, la enseñanza privada concertada y la enseñanza pública.”
“Así se pone de manifiesto en la Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación cuando, en su exposición de motivos, declara que aunque hay centros privados que funcionan en régimen de mercado, mediante precio, y hay centros sostenidos con fondos públicos, dentro de estos están los centros concertados y los de titularidad pública. Calificando dicha red como una "red dual integrada por estos dos últimos tipos de centros" (privados concertados y públicos) a los que "encomienda la ley la provisión de la educación obligatoria en régimen de gratuidad".
“A partir de entonces, y a pesar de la constante sucesión normativa en la materia, lo cierto es que el sistema ha seguido sustentándose, por designio del legislador, sobre las dos columnas representadas por los centros privados concertados y por los centros públicos, respecto de la enseñanza obligatoria y gratuita.”[…]
Conviene añadir que efectivamente en la programación de la red de centros rige la armonización para garantizar el derecho de todos a la educación y los derechos individuales de alumnos, alumnas, padres, madres y tutores legales (artículo 109.1). Por lo que dicha programación, a la que ya se refería el artículo 15, ha de hacerse tomando en consideración la oferta existente de centros públicos y privados concertados y la demanda social (artículo 109.2). Con sujeción a dichos principios, se regula el régimen de conciertos, para los años de duración de la enseñanza gratuita, cuando se satisfagan necesidades de escolarización (artículo 116.1).
Protocolo 1º del Convenio Europeo de Derechos Humanos (Consejo de Europa, 1952); artículo 2: “El Estado, en el ejercicio de las funciones que asuma en el campo de la educación y de la enseñanza, respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y esta enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosóficas”.
Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (UE, 2000); artículo 14.3: “así como el derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas.”
Jurisprudencia de Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Prohibición de adoctrinamiento ideológico por el Estado
TEDH Caso Folgerø y otros contra Noruega, de 29 de junio de 2007.
En efecto, el TEDH, al establecer que las dos frases del art. 2 del Protocolo núm. 1 han de ser interpretadas armónicamente, puesto que la segunda pretende salvaguardar el pluralismo en la satisfacción por parte del Estado del derecho a la educación, atribuyendo a los padres una facultad que impida al Estado el adoctrinamiento filosófico y/o moral de sus ciudadanos a través del proceso educativo, está reconociendo que el derecho de los padres a que el Estado respete sus convicciones filosóficas o religiosas durante el proceso educativo no es un derecho desvinculado del derecho a la educación, sino una facultad integrante de éste, necesaria para la satisfacción del mismo en las condiciones requeridas por el convenio y por tanto parte de un todo unitario: el derecho a la educación 4. El Estado no tiene proscrito difundir, a través de la enseñanza, informaciones y conocimientos que tengan, directa o indirectamente, un carácter religioso o filosófico (piénsese que en el caso Folgerø, se trataba de una asignatura de educación religiosa, no confesional, pero de carácter obligatorio, salvo exenciones parciales) y el art. 2 no permite a los padres objetar a la integración en el currículo de dichas materias. Lo que no puede hacer el Estado es adoctrinar en materia filosófica o religiosa, sirviéndose de su competencia para programar la enseñanza y con ello satisfacer el derecho a la educación.
Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU, 1948); artículo 26.3: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.”
Declaración de los Derechos del Niño DE (ONU, 1959); Principio Vll.2: “El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tiene la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe en primer término a los padres.”
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ONU, 1966); artículo 18.4: “Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (ONU, 1966); artículo 13.3. “Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.”
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